Por
los miles de víctimas anuales que se cobran, algunos consideran que los
accidentes viales son una epidemia. Otros, una suerte de “Guerra de las
Carreteras.” Entre sus causas se mencionan la imprudencia y el alcohol, “pero generalmente se olvida la
somnolencia”, advierte el Dr. Daniel Pérez-Chada, jefe del Servicio de
Neumonología del Hospital Universitario Austral de Pilar, Buenos Aires, Argentina.
Pérez-Chada
es uno de los autores de un estudio realizado entre choferes de transporte
urbano de pasajeros, que muestra una sintomática deuda de sueño en los
conductores: entre 1.023 sujetos encuestados, el 55% tenía una alta
probabilidad de padecer apnea del sueño (pausas en la respiración que dañan la
calidad del descanso); el 49% presentaba excesiva somnolencia diurna; y el 64%,
mala calidad del sueño. El 45% también padecía sobrepeso; el 35%, obesidad; y
el 28% estaba siguiendo un tratamiento médico.
El
trabajo, publicado en el Journal of Occupational and Environmental Medicine, será
presentado en el 39° Congreso Argentino de Medicina Respiratoria, durante el
simposio “Sueño, Políticas Públicas y Seguridad Vial”, que presidirá el propio
Pérez-Chada, y en el que participarán Daniel Cardinali, director del Departamento
de Docencia e Investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad
Católica Argentina; Ezequiel Consiglio, del Instituto de Estudios Estratégicos
y Estadísticas de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo; y Pablo Díaz
Rojas, director de Estadística de la Administración Nacional de Seguridad Vial.
Pérez-Chada
—uno de los autores del estudio—, afirma: “Si
se analiza el tiempo de reacción al volante en función de las horas de vigilia,
se verá que la capacidad de alguien que está despierto más de 14 horas
disminuye en la misma medida que la de quien tomó la máxima cantidad de alcohol
permitida por ley: 0,5 gramos por litro de sangre para conductores particulares
y 0,0 para transportistas. Es decir que si se analiza el problema de los
accidentes de tránsito solamente desde el punto de vista de la alcoholemia, se
está dejando de lado una gran cantidad de gente somnolienta por múltiples
causas.”
Cardinali,
co-autor del trabajo mencionado e investigador del CONICET, coincide: “Si uno está mal dormido, puede tener un
valor normal de alcoholemia y —sin embargo— carecer de la velocidad de reacción
necesaria para manejar un colectivo o un camión de 12 toneladas. Sin embargo,
la palabra ‘sueño’ no está presente cuando se discuten estos temas. Es como si
la sociedad considerara que es normal dormir una insuficiente cantidad de
horas.”
Peor en el Turno Mañana
Entre
los hallazgos del estudio, figura uno particularmente sugestivo: los choferes
del turno mañana dormían una hora menos que los del turno tarde. “Contrariamente a lo que se piensa, esa
privación crónica de sueño puede introducir importantes distorsiones”,
explica Pérez-Chada. “Muchas
investigaciones revelan el rol protagónico que cumple la falta de sueño en los
accidentes de tránsito. Se sabe, por ejemplo, que el momento en que se registra
la mayor cantidad de siniestros se ubica entre la medianoche y las seis de la
mañana. Cuando es menor la densidad de vehículos, mayor es la incidencia de
colisiones. El hecho de que haya más autos aumenta la exposición, pero la
necesidad de dormir en la noche es un hecho fisiológico del que no podemos
escapar.”
Otro
estudio realizado en choferes canadienses y norteamericanos, a los que se
sometió a electroencefalogramas continuados durante 24 horas, descubrió que
éstos dormían menos de cinco horas por noche, y que el 56% había tenido una
señal electroencefalográfica compatible con el sueño mientras manejaba.
Dice
Pérez-Chada: “Es lo que los conductores
llaman ‘sueño blanco’. Y la mayoría de los episodios ocurrían a la madrugada o
al amanecer.”
Cardinali
aporta otro dato sugestivo. Entre camioneros encuestados para un trabajo previo
en el Mercado Central, muchos afirmaron que dormían alrededor de cuatro horas
cuando estaban en la ruta. “Pero además,
por una reacción paradójica, lo que hacía un porcentaje nada despreciable era
acelerar cuando se sentían dormidos”, destaca. Otras conductas mencionadas
para evitar la somnolencia fueron: subir el volumen de la radio, bajar la
ventanilla o conversar con el acompañante.
En
las pruebas psicomotoras realizadas en choferes urbanos, también pudo
verificarse que el tiempo de reacción comienza a prolongarse al cabo de cuatro
horas de manejo, y que lo hace en forma más pronunciada en los choferes del
turno mañana. “Esto muestra que el
paradigma de la jornada laboral de ocho horas tal vez deba revisarse para algún
tipo de tareas. Eso está bien para los trabajos normales, pero para el que
tiene que mantener un cierto nivel de alerta, un neurocirujano, quien maneja
maquinaria compleja o un vehículo de transporte público, probablemente debería
ser menor”, señala Pérez-Chada.
Los
especialistas consideran que es tal el impacto de la somnolencia en la
seguridad de manejo que al monitoreo basal de los conductores habría que sumarle
el del nivel de alerta. “Hoy contamos con
metodologías muy simples para aplicar tests psicométricos de reacción”,
afirma Cardinali, y concluye: “Según las
proyecciones, los traumatismos causados por el tránsito, que en los ‘90 se
encontraban en el noveno lugar entre las causas de demanda de salud, pasarán al
tercer puesto en 2020, después de la enfermedad coronaria y la depresión.”
Fuente: Nora Bär / La Nación